Escribir sobre moda, estilo y tendencias siempre crea caos en mí. El país está en recesión económica y sería más oportuno escribir sobre la crisis hospitalaria, porque hablar de moda en un país en donde no se puede comprar Acetominofén libremente es bastante incoherente. Por otro lado, el mundo del fashion es una muestra de opulencia, de ideales aspiracionales, no queda espacio para hablar de crisis porque «el show debe continuar».
La vida sigue y todos necesitamos vestirnos, además podemos elegir hacerlo con estilo. Y nuestra libertad interior sigue ahí, intacta. Y qué si lo que nos atrae son las pasarelas, las revistas de moda y los tutoriales de Youtube, nadie dice que no lo podamos hacer nuestro sueño.
El color es un estado de ánimo. Y para mí, el momento ideal para usarlo es cuando el sol brilla más que de costumbre.
Este -hoy en día- vestido, en su vida anterior fue un blusón, hasta que un día decidí que no quería más fruncidos con liga en las mangas ni en la cadera, y así nació un nuevo atuendo playero. Solo que el calor de los últimos días hizo que lo sacara a pasear por la ciudad. Si se acuerdan, hace nada hacía frío.
Moda y ecológico parecen términos antagónicos, sobre todo porque a la moda la hemos encasillado en tendencias que cambian cada seis meses, en el consumismo desmedido, comprar, comprar y comprar, la cultura del usar y botar potenciada por la obsolescencia programada que rige todo lo material en nuestra vida. Pero esto no es del todo cierto.