De las palabras que nunca dije


Imagina por un momento que cada vez que tengas que salir al mundo exterior, seas sujeto de interpelación por cada cosa que hagas, digas, te pongas, o simplemente te guste. O de dónde vienes. Recibiendo “consejos” no solicitados de cómo manejarte, críticas, risas, burlas y humillaciones.

Imagina que estas personas no son desconocidos aleatorios de Internet que puedes ignorar o bloquear, sino familia, amigos, compañeros de trabajo, estudio (desde preescolar hasta posgrado) o personas de tu vida cotidiana. 

Quizás así tengas una idea de todo lo que he lidiado en mi vida por elegir ser yo misma, siendo a la vez muy insegura en mi interior. Una persona anónima a la que ocasionalmente alguien se vuelve a ver solo para decir un comentario en tono de burla o lanzar una mirada despectiva.

Esta es una de las razones por las que puedo pasar semanas sin salir de mi cuarto: no querer ver a nadie. 

Tal vez esto te parezca una tontería, pero no para mí, que sufro de un trastorno de personalidad que me impide tener un concepto sano de mí misma.

Durante toda mi adolescencia y adultez temprana siempre fui muy delgada (pasaba 40 Kg y mido 1,56 m), por lo que me hicieron bullying, constantemente era comparada con un palillo, no tenía curvas y lloraba cada día porque nadie parecía aceptar mi cuerpo, a pesar de que mis exámenes médicos estaban normales. 

"Te vas a partir" era un comentario cotidiano ya, venía frecuentemente de personas que luchaban contra su inconformidad sobre su propio cuerpo, junto con los cuestionamientos sobre lo que comía, a la hora del almuerzo en el trabajo. Sí, aquello era todo un tema de conversación.

Otras críticas varias ocurrieron por no saber estilizar mi cabello, o por mi palidez, lo que me llevó a una antigua obsesión con tomar sol. 

Al pasar los años, ahora tengo un peso más saludable, pero ocasionalmente alguien hace algún comentario sobre mis cachetes, mi baja estatura o mi flacidez. Supongo que siempre alguien tendrá algo malo qué decir sobre mi cuerpo, LOL! 

Vivo con una opresión en el pecho: es el peso de las palabras que nunca dije, pero que han estado corroéndome por dentro durante años. De esa vocecita interior que me pregunta, ¿por qué permití que me trataran así? Y se decepciona cada vez que alguien vuelve a transgredir mis límites, sin que yo lo evite. 

Algunas de las críticas destructivas más comunes incluyen comentarios sobre mi clase social como: farandulera de Metro (él también tomaba el Metro antes de que sus padres le dieran carro), eres nadie, nunca has salido del país, vas a conocer al amor de tu vida en un taxi (por llegar en taxi a una boda, esta ex-compañera de la universidad constantemente se reía de mí por no tener carro, cuando ella tampoco tenía), tienes el cerro en la cabeza, muerta de hambre (en verdad siempre ando con hambre), nunca debiste estudiar aquí porque tú no encajas aquí (lo dijo alguien que vivía en el Centro de Caracas), eres tacaña (yo a veces realmente no tenía dinero ni siquiera para comer), ¿cómo alguien que estudió en tal lugar vive por aquí?, ¿cómo que en tu colegio no te dieron Inglés? (cinco años después me reprochó por nunca haber aprendido), te dan miedo los carros pero no andar en Metro (BTW, prometí no volver a usar Metro nunca más en mi vida, y desde hace más de 4 años lo he cumplido);

risas porque llegaba tarde a todos lados (especialmente de gente que no está obligada a usar transporte público, no hace fila para tomar el bus en hora pico, no vive al otro lado de la ciudad y no debe tomar más de dos medios de transporte además de caminar varias cuadras para llegar a algún lugar, convirtiéndose lo que sería un recorrido de 20 minutos en un calvario de una hora y media aproximadamente, si acaso no llueve, se va la luz o colapsa el transporte);

por mi forma de vestir: insinuaciones de que me visto como zorra, maquíllate menos, vístete menos llamativo, tienes las joyas de la corona (refieriéndose a mi collar de Aishop), tu vestido de graduación va a ser como el de Lady Gaga, ¿dónde dejaste el caballo? (por tener botas), eres harta loca de los colores, esos son tus mismos zapatos de toda la vida, la que viene en tacones a la universidad, usas todos los accesorios a la vez; en una ocasión una señora desconocida se rió de que mi camiseta fuera marca Ovejita (la más barata), esto es lo que te gusta usar a ti (señalando algo horrible), comentarios incómodos sobre mis uñas postizas (me pasó hace unos meses en la oficina);

sobre mi forma de ser o sobre mis capacidades, desde risas por mi forma de bailar, insinuaciones de que soy una perra, una bruta, hasta: entiendo que no se sabe comunicar porque es una niña (¡ya yo tenía 29 años!), ¿por qué no hablas, eres muda?, ¡ay, sí! la influencer, la fashion blogger, la nueva fashionista, tienes voz de niñita (incluso mi profesor de radio lo dijo), no te puedes sentar con nosotras (desde el preescolar), ¿y ese nombre tan raro?, tu papá te abandonó porque te consagraron a la Virgen cuando naciste, te vas a quedar sola por ser tan negativa, Lupita Ferrer, eres una psicópata, y ¿si sufres tanto por qué no te has suicidado?, o por ser demasiado delgada, “pareces una barajita, te vas a partir, pareces un palo, Pantera Rosa”, etc.

La lista podría ser infinita, si incluimos gestos como personas que me ven con odio en la calle y no me saludan, pero miran todos mis stories, o me conocen desde hace años pero prefieren bajar la cabeza y esquivar la mirada antes de saludarme; la ceja levantada y la cara de desagrado que hacen cada vez que hablo (porque realmente odian escucharme), el tono despectivo con el cual se refieren a mí, y las infinitas faltas de respeto que ya superé. 

Sé que el mundo tiene problemas mucho mayores y supongo que en este momento tengo cosas más importantes qué resolver, (como conseguir trabajo para poder mantenernos y tener qué comer 😬), pero he acumulado demasiadas cosas en mi interior que me están impidiendo avanzar. Esta también es una promesa de que nunca más voy a paralizarme por algo así, porque, al parecer, exigir respeto ya sería pedir demasiado. 

Jessymar Daneau Tovar (@letroupe)

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