Podemos definir el lujo como la ostentación de bienes suntuosos que, para obtenerse, requieren recursos superiores a la media. Estos bienes -y también servicios o experiencias-, se caracterizan por no ser de primera necesidad, sino que suelen estar relacionados con la vanidad, el ornato o el prestigio social. Pero, ¿qué puede llevar al consumidor de lujo a invertir (o gastar) en productos y servicios que podrían ser totalmente prescindibles en su vida?
Según LVMH, el lujo es un negocio de oferta, no de demanda. Pueden considerarse bienes de lujo las categorías: automóviles de alta gama, bienes personales de lujo (moda, accesorios -por ejemplo, carteras para mujer-, productos de belleza high-end o alta gama y fragancias, alta joyería y relojes), hospitalidad u hostelería, vinos finos y destilados, gastronomía gourmet, mobiliario, arte, jets privados, y cruceros.