Caracas, Caracas

Desde mi ventana
Santiago de León de Caracas es esa ciudad que compartimos el 11% de venezolanos. Un valle que literalmente, varía dependiendo del cristal con que se mire.

No conozco muchas ciudades más, y tal vez por eso me he dedicado a conocer esta muy a fondo. En un momento puedes ponerte a llorar en una cola interminable bajo un sol abrasador, sentir que no eres nadie frente a los motorizados, esconderte en tu casa junto al sol, querer morir con cada día de lluvia, maldecir al Metro en hora pico y con retraso. Es un lugar en el que fácilmente puedes desear matar a alguien, pero que también puede resultar imposible no quererla.

Plaza Bolívar
Capilla de Nuestra Señora del Carmen, Campo Alegre
Todavía quedan rastros de la otrora Sucursal del Cielo, ahí escondidos entre la basura y un olor putrefacto que se esparce por todas las zonas de la urbe sin que haya una explicación aparente.

Esa Caracas escondida guarda una Historia de casi cuatro siglos y medio de devastación y resurgimiento, bautizada con el nombre de los indios Caracas y de una planta. La tradición oral mezcla la realidad con la leyenda, pero se desvanece poco a poco.

Patricia Van Dalen, Pajaritos
La Muy Noble y Leal Ciudad es poseedora de una luz y unos colores increíbles, el viento de las tardes refresca la cara y el alma, una montaña que es bella en la distancia y en la cercanía, y en sus calles se encuentran las ganas de sobrevivir y sobreponerse a la barbarie.

Los edificios están allí, testigos de la destrucción propiciada por una densidad de población que sigue creciendo y la centralización, víctimas de una ciudadanía que se desconoce profundamente a sí misma. Vale la pena visitarlos y vivirlos de cerca, mirarlos, detallarlos y transportarse a otra época.

Av. Francisco de Miranda
Sus habitantes, son un punto aparte. Hemos desechado la costumbre de dar los Buenos días, pedir permiso, dar las gracias...

Comienzo a pensar que el servicio al cliente es una leyenda urbana, porque al parecer es más fácil toparse con La Sayona que con un empleado atento. Pero al final uno agradece al señor que te lanza un piropo bonito, a alguna señora simpática que te busca conversación, al vecino que te respeta, a un funcionario honesto y con ganas de trabajar, aunque uno los vea con menos frecuencia que al cometa Halley. Pienso que con menos residentes y visitantes luciría mejor.

En fin, la antigua ciudad de los techos rojos es como una persona cualquiera, con demonios y ángeles con los cuales luchar o maravillarse cada día.

Centro Cultural Ucab
Los Galpones
Centro Cultural Ucab
La Estancia
La Estancia
La Estancia
La Estancia
Antímano desde la UCAB
Ucab
Plaza Francia
Jessy Daneau Tovar (@letroupe)

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